Tenerla a ella es como cuando el tiempo acompaña a tu estado de ánimo,
la peli de tu infancia vista una vez más veinte años después,
un gato que te regala su última vida,
el momento en el que te dabas cuenta de que la última copa era porque perdías el conocimiento
y que beber no hacia que doliesen menos los problemas,
el día en el que fuiste capaz de volver a mirarte en un espejo,
que te dejasen jugar al escondite hasta anochecer cuando eras pequeño,
comprar la última entrada para el concierto de tu cantante favorito,
ser la protagonista de tu primera obra de teatro,
salir bien en la foto de carnet,
que no te tiemble el pulso cuando pasa algo malo,
la primera vez que montaste en bici sin ruedines,
la última calada del último cigarro,
independizarte y encontrar trabajo.
Tenerla a ella es así: increíble, inesperado.
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